L. RONALD HUBBARD | PERFIL BIOGRÁFICO

Aviador
Pionero

El casco de piloto de Ronald que dice “Buena suerte” en caracteres japoneses.
“La aventura es mi estandarte”, declaró L. Ronald Hubbard y pronto procedió a labrar esa declaración no sólo en tierra y mar, sino también por los cielos.

Todo comenzó en la primavera de 1931, poco tiempo después de su regreso del Pacífico, cuando un L. Ronald Hubbard de veinte años, convocó al primer encuentro trascendente del Club de Planeadores de la Universidad George Washington. En un principio respondieron menos de una docena de almas fervientes.

La nave era un planeador Franklin convencional y las instalaciones eran primitivas: una torre destartalada encima de parcelas de pasto que llegaba a las rodillas, y lodo que llegaba a los tobillos, con un cobertizo acanalado como hangar. Sin embargo, así es como nacieron Los Buitres de la Universidad George Washington, y Ronald Hubbard se lanzó a los cielos para posteriormente obtener la licencia estadounidense de planeador número 385.

Para el Sr. Hubbard y sus compañeros pilotos, el objetivo era volar como se supone que el Hombre debe volar, “de modo precario y guiado por el instinto”, como decían los graciosos de esa época. Los instrumentos eran rudimentarios (a lo sumo un altímetro), mientras los planeadores se remolcaban atándolos al parachoques de un auto o se lanzaban de un precipicio por medio de gruesas cuerdas. Y que no se malentienda; eso era peligroso. Para 1931, más o menos trescientas almas se habían precipitado hacia la muerte en planeadores. Tampoco olvidemos además que, en gran medida, estos eran días de experimentación: Lindbergh había cruzado el Atlántico hacía sólo cuatro años.

El Ryan ST experimental, fotografía tomada por L. Ronald Hubbard para el Sportsman Pilot.
Además de volar planeadores, a L. Ronald Hubbard se le podía ver haciendo acrobacias a lo largo de Estados Unidos en un biplano Arrow Sport de sesenta caballos de fuerza, “con el viento como nuestra única brújula”.

Respecto a la impresión que en esa época se tenía de sus aventuras aéreas, tenemos el artículo “Flash Hubbard”, publicado en 1934 de la revista The Pilot, el cual decía lo siguiente:

“Siempre que dos o tres pilotos se reúnan en la capital de la nación, ya sea para una audiencia del Congreso o simplemente en la parte trasera de algún hangar, lo más probable es que usted escuche mencionar el nombre de Ronald Hubbard acompañado de adjetivos tales como ‘alocado’, ‘descabellado’ y ‘extremo’. Pues el piloto de pelo flameante pasó por la ciudad como un tornado hace pocos años y con sus travesuras aéreas hizo gritar a mujeres y llorar a hombres recios. Casi le pedía a la tierra que ascendiera y le golpeara...

“En la actualidad, nuestro joven héroe anda sobrevolando a ras de tierra por la Costa Oeste, donde escribe relatos para revistas entre vuelos. Se le reconoce ahora como uno de los pilotos de planeadores más destacados del país”.