Tras su regreso a Estados Unidos desde Asia y la rápida terminación de su bachillerato interrumpido, el joven Ronald Hubbard ingresó a la Universidad George Washington. Ahí, ganó sus “alas” como pionero en la aviación acrobática durante los albores de la aviación estadounidense. También batió el record por el vuelo en planeador más largo llevado a cabo sobre Detroit. Más aún, como reportero ambulante de la revista Sportsman Pilot (El Piloto Deportista), ayudó a inspirar a una generación de pilotos que llevarían a la aviación estadounidense a convertirse en una potencia mundial.

Inmediatamente después de su segundo año en la universidad, el Sr. Hubbard se embarcó en la primera de sus varias expediciones etnológicas, inicialmente hacia las, en ese entonces, ilimitadas costas del Caribe. Varios meses después, regresó a las Antillas para la Expedición Mineralógica a Puerto Rico, culminando esta en uno de los primeros estudios mineralógicos completos de la isla bajo jurisdicción estadounidense.

Hubo muchas otras aventuras de este tipo: Como miembro vitalicio del afamado Club de Exploradores, L. Ronald Hubbard trazó gráficamente las aguas del Pacífico Norte con un radar experimental, y de esa forma se convirtió en pionero de un sistema de navegación de largo alcance que fue utilizado de forma universal hasta finales del siglo XX. Como parte de otra faceta de una vida excepcionalmente aventurera, el Sr. Hubbard contaba con una rara licencia de Marinero Maestro, con la que estaba autorizado para pilotear buques de vela en cualquier océano.

El punto primordial, como el mismo explicó, es que:

“Sólo un ser con el sentido de aventura y dedicación más altos intentaría alguna vez resolver el misterio de la identidad y el destino del hombre”.